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Plata contaminada

Las donaciones del narcotráfico a la campaña presidencial implican un compromiso implicito que empaña al presidente.

LE COURVOISIER
1 de octubre de 1995

Mucho se habla hoy de los dineros calientes y de la inmoralidad de su empleo para fines lícitos en sí mismos. Dentro de la confusión moral en que vivimos, no nos hemos detenido a analizar en qué consiste el problema y cuáles son sus implicaciones para nuestro futuro.

En primer lugar el dinero sucio no nace así, pues las actividades criminales no "crean" riqueza, ésta normalmente viene del trabajo productivo y casi siempre tiene un origen limpio. La plata de los "narcos" no es un caso distinto, sale del trabajo de los consumidores y, por viciosos que ellos sean, sólo se ensucia cuando llega a los traficantes. Y siempre ha pasado dinero por manos criminales, y se ha ensuciado, porque bandidos ha habido siempre y la mayoría de sus crímenes se han cometido por dinero, pero irremediablemente se vuelve a limpiar cuando lo gastan, ya sea en comida o en rumbas, en propiedades o en limosnas.

Por eso no se debe suponer que todos

los que alguna vez le vendieron algo a un "mágico", desde una gaseosa hasta una empresa, son cómplices y por lo tanto merecedores del escarnio público. Además, hay mucho dinero mal habido en actividades distintas del narcotráfico: ¿qué tal el que sale de robos a las arcas del Estado o de la extorsión y el secuestro? Entonces el problema no es el dinero, sino los crímenes cometidos para obtenerlo, y el pecado no es que pase por las manos de alguien, sino que ese alguien tenga alguna asociación con el criminal o que al recibirlo contribuya a que se sigan cometiendo delitos.

Y este es precisamente el quid del asunto cuando hablamos de campañas electorales. Que para su financiación se haya usado dinero de organizaciones criminales es malo si establece una relación entre el candidato y el criminal, o sea si genera un compromiso entre el que regala la plata y el que la recibe. También es malo aunque no haya habido compromiso explícito y se haya hecho a espaldas del candidato, por el riesgo que implica para el país que después le pasen la cuenta. Pero también es reprobable cuando se establece el compromiso con cualquier donante, pues

quien da limosna a las campañas políticas, especialmente si se trata de sumas muy grandes, por lo general lo hace esperando alguna retribución, así sea solamente el derecho a que el futuro gobernante le pase al teléfono.

Desgraciadamente ocurre en todas partes y en todos los niveles, c ¿hay alguien que honradamente piense que las campañas de senadores y representantes, de gobernadores y alcaldes, ediles y concejales, en grandes ciudades y en pequeños pueblos se han financiado con la plata de personas que apoyan un candidato sólo porque piensan que traba

- jará mejor por el bien común? Er este contexto no hay mucha diferen cia entre los que tratan de comprar poder para mejorar su operación cri minal, sean ellos narcotraficantes c guerrilleros, y los corruptos que cor la plata de peculados o de soborno: compran las elecciones para perpe tuar sus negociados. Y aunque sea mil veces peor que quienes esperar favores en pago de su contribuciór electoral sean los que viven del nar cotráfico, de la violencia y del se cuestro, tampoco es legítimo, y tam bién corrompe la sociedad, que lo: ciudadanos "de bien" financien cam pañas buscando un trato preferen cial del Estado para ellos o para sus empresas.

entonces, si la plata contami nada llegó a muchas campa ñas en el pasado, ¿por qué el escán dalo con Samper? Hay varias razo nes y de mucho peso. En prime término, porque es el propio presi dente de la república quien pudo

haber sabido que esos dineros llegaron, se aceptaron y quizá se buscaron activamente, y eso establecería ese compromiso implícito entre donante criminal y gobemante venal. Y si sólo lo sospechó y no hizo nada, él mismo se colocó en una situación que le impide gobernar con independencia; que otros lo hayan hecho en el pasado no lo hace a él menos culpable.

En segundo término porque a pesar de que es malo recibir en las campañas dineros provenientes de cualquier crimen, en este caso estamos hablando de la organización criminal más grande que hemos visto en el país y el compromiso que genera y su capacidad de corrupción de la sociedad es mayor y más evidente que cualquier otra en el pasado. Al fin y al cabo la pretensión de los narcotraficantes -al igual que la de los guerrilleros- ha sido tomarse el poder, por las buenas o por las malas, para controlar nuestra sociedad a su antojo y para su provecho.

Y en tercer lugar, porque si es verdad que lo que se dice ocurrió y Samper toleró esa indebida injerencia, por ambición o por debilidad, no sólo asumió el enorme riesgo de que los criminales pudieran influir en su gobierno como contraprestación de sus dádivas, sino que habría engañado al pueblo colombiano. Y al pueblo no le gustan las mentiras -remember Nixon-.

'Qué debería salir de este enredo? En primer lugar, ojalá se aclare rápidamente, pues el país no resiste mucho tiempo la patria boba que estamos viviendo. Si el presidente sabía o sospechaba, debe renunciar, y no por lo que le diga algún tribunal, sino por lo que debe decirle su conciencia. También debe surgir una nueva actitud de los electores, para quienes es hoy más claro el riesgo de que las elecciones se financien con donaciones de particulares; es de la esencia misma del Estado su independencia de las conveniencias individuales para poder buscar el bien común. Y por contera, debe salir una lección de moralidad pública para que nuestros gobemantes, y los que aspiran a serlo, se den cuenta de que, como la mujer del César, no sólo deben ser honrados sino parecerlo.

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