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Multipartidismo desaforado

Aunque la mayoría de 'los colombianos se sienten liberales 'o conservadores, nuestra democracia se apoya cada vez más en volátiles alianzas de una multiplicidad de "partiditos".

Rodrigo Losada Lora
1 de enero de 1995

Las numerosas elecciones de este año permiten apreciar con particular claridad la verdadera naturaleza de los partidos políticos en Colombia. Para entenderla conviene mirarla desde cuatro ángulos distintos: los sentimientos, las creencias (¿ideologías?), las organizaciones y los liderazgos.



1) LOS SENTIMIENTOS

En contra del escepticismo de algunos, hoy en día, 1994, dos terceras partes de los colombianos en edad de votar simpatizan con los partidos liberal y conservador. Así se desprende de numerosas encuestas de cobertura nacional, realizadas durante el año que termina, y se ilustra con los datos facilitados por el Centro Nacional de Consultoría, presentados en el cuadro adjunto. Nótese cómo los sentimientos bipartidistas predominan tanto entre los mayores de 40 años, como entre los jóvenes de 18 a 24 años.

Por cierto, la distribución de sentimientos bipartidistas así documentada no es muy diferente de la que se ha venido observando desde 1972, cuando por primera vez se vivieron dichos sentimientos en todo el país. Sin embargo, esos sentimientos parecen vivirse hoy con menor fanatismo o intolerancia que antes.

Por supuesto sentirse liberal o conservador, o simpatizar con los partidos liberal o conservador, no equivale a votar por candidatos de dichas colectividades. Sólo una parte de los liberales y de los conservadores, así como los simpatizantes con otras denominaciones políticas, van a las urnas; la otra parte, casi tan numerosa como la primera, se queda en casa.



2) LAS CREENCIAS

- Difieren las creencias políticas de los colombianos liberales de las de los conservadores? Los estudios realizados sobre este tema, algunos basados en encuestas nacionales, revelan que no existe una sola creencia política que predomine entre los liberales y que sea poco frecuente entre los conservadores. Y a la inversa. Más bien en lo fundamental, o sea, en la aceptación de la democracia política como la forma de gobierno más deseable para el país, y en la acogida del sistema de libre empresa, como guía primordial de nuestra economía, liberales y conservadores -y la casi totalidad de los colombianos- están hoy de acuerdo;

Por supuesto, más allá de esta coincidencia en lo básico, algunos liberales son más de izquierda, y otros más de derecha. Pero también entre los conservadores hay -y no pocos- quienes se inclinan por políticas públicas consideradas de izquierda, en tanto que otros las rechazan. Así, pues, lo que se evidencia dentro de cada colectividad histórica es una enorme diversidad de preferencias y suposiciones sobre las metas del gobierno, diversidad tal que hace utópico pretender hoy que los liberales tienen creencias políticas distintas de los conservadores.



3) LAS ORGANIZACIONES



Antes de tratar el tema de los partidos políticos en cuanto organizaciones, importa precisar la palabra "partido", porque ella es entendida de manera muy diferente por los idealistas frente a los observadores realistas. Ya hace 200 años, Edmund Burke formuló muy bien la concepción idealista, al decir que un partido es "un grupo de hombres unidos para promover el bien común de acuerdo con unos principios que comparten". Yo prefiero apartarme de la visión idealista y mirar los partidos como de hecho son. Para ello me apoyo en un destacado politólogo contemporáneo, Giovanni Sartori, quien después de examinar los partidos políticos conocidos a través de la historia concluye definiendo un partido como "cualquier grupo político identificado por una etiqueta oficial que se presenta a las elecciones y puede colocar mediante ellas a sus candidatos a cargos públicos".

Avanzando sobre esta concepción de Sartori, y pensando en términos organizacionales, diría que ese "grupo político" tiene en su centro una organización propiamente tal, constituida ante todo por activistas o militantes, y alrededor de ella una masa flotante, informe, de simpatizantes con el candidato del grupo o con sus propuestas. Para ser más claros, entiendo por "organización" un conjunto de individuos interrelacionados de manera jerárquica, quienes se complementan en la búsqueda de unas metas. v tienen una identidad colectiva reconocida socialmente. La jerarquía implica algún tipo de unidad de mando relacionada con la fijación de las grandes metas del grupo (por ejemplo, hacer una alianza para lograr la elección de alguien) y con el uso de los recursos disponibles (especialmente, los recursos financieros).

Con esta introducción conceptual, paso a presentar una visión de nuestros partidos, partiendo del nivel local hasta llegar al nivel nacional. Lo que encuentro a nivel local, y se vio con nitidez en las elecciones de octubre, es una enorme multiplicidad de partidos -o sea, de grupos políticos identificados por una etiqueta oficial que se presentan a elecciones y pueden colocar mediante ellas a sus candidatos en cargos públicos. Según sus intereses electorales burocráticos o de políticas públicas, dichos partidos ("partiditos") entran en alianzas o coaliciones entre sí o con otros grupos políticos, alianzas que son cambiantes y en la mayoría de los casos de corta duración.

Estos partidos suelen comportarse de manera autónoma frente a cualquier entidad partidista, nacional o regional, que pretende tener mando sobre ellos. Por otro lado, generalmente reúnen gente de un mismo sentimiento partidista. A veces estos partidos utilizan el nombre del sentimiento partidista común a sus miembros, y se presentan como, digamos, "liberales por el cambio", o "conservadores de renovación", pero a veces, prefieren usar etiquetas "cívicas" o suprapartidistas. En la medida en que los comicios de alcaldes o gobernadores significan luchar por un premio único -un solo cargo en juego en una elección dada-, se favorecen las coaliciones heterogéneas que terminan con etiquetas cívicas o suprapartidistas.

Si pasamos al nivel departamental, aparecen allí algunos partidos de nivel regional, aún departamental, en torno a líderes de la región quienes logran establecer una organización piramidal con raíces locales sólidamente establecidas. Piramidal, en cuanto el líder del más alto nivel, se alía con líderes de nivel intermedio y éstos a su vez con líderes a nivel local, barrial o veredal.

En función de las elecciones nacionales para Congreso y Presidencia, y así lo vimos; en marzo, mayo y junio de este año, se constituyen las más grandes coaliciones, en realidad complejas pirámides de coaliciones. Como cada persona que es elegida al Congreso es producto de la coalición que supo organizar, y no de la voluntad de los líderes nacionales de un partido, cada quien en el Congreso se siente autónomo frente a los directivos nacionales de ese partido. Solamente los respalda cuando le conviene.

Por supuesto, la máxima red de coaliciones se forja en torno a los candidatos presidenciales, quienes tienen su propia organización de campaña, independiente de la organización nacional de cualquier partido.

A nivel nacional funcionan, además, unas organizaciones (Directorio Nacional Conservador, Dirección Nacional Liberal, etc.) que pueden ser descritas, por analogía, cón las federaciones o confederaciones sindicales, como organizaciones partidistas de segundo o tercer grado, o como supergremios, en cuanto están conformados por los representantes de partidos de nivel regional o aun de nivel local, las cuales, sin embargo, carecen de mando efectivo sobre las organizaciones que las eligen. Las organizaciones nacionales cumplen funciones que interesan a las regionales y locales, por ejemplo, les otorgan avales que reducen los costos de las campañas, gestionan el acceso a los medios de comunicación, obtienen franquicias postales, etc. Poseen, además, un privilegio engañoso: sólo ellas tienen la personería jurídica de un partido, llamado conservador o liberal; pero es tiempo de reconocer que, desde el ` punto de vista organizacional, dicha personería ha terminado siendo un cascarón sin contenido.



4) LOS LIDERAZGOS

Lo que distingue a un gran líder político entre nosotros no es tanto su control efectivo sobre las organizaciones locales o regionales-que a veces lo tienen-, sino su habilidad para fraguar amplias coaliciones en torno a una persona, una propuesta o una tarea por hacer. Para ello, el prestigio personal ayuda: entre más prestigio tiene un líder, más éxito tiene para fraguar coaliciones. Nuestros grandes líderes, por ejemplo, Ospina Pérez, Lleras Restrepo, para no hablar de los vivos, fueron maestros consumados en forjar grandes coaliciones.

También lo son los caciques y gamonales. Pero como consecuencia de la falta de auxilios, del tarjetón, de la elección de alcaldes y gobernadores, y de la separación de las elecciones locales de las nacionales, dichos cacicazgos y gamonalatos se han debilitado sustancialmente.



5 EL FUTURO

Si el cuadro así descrito es correcto, ¿qué cabe esperar hacia el futuro? Me aventuro a proponer las siguientes conjeturas:

PRIMERA: los sentimientos en favor del bipartidismo tradicional continuarán por lo menos diez a veinte años más. No hay brecha generacional perceptible. Y no se ve futuro para sentimientos partidistas distintos de los tradicionales.

SEGUNDA: la lucha política entre nosotros girará cada vez menos en torno a grandes ideologías, pero cada vez más en torno a personas y a proyectos específicos. El acuerdo sobre lo fundamental hoy existente deja sin piso las alianzas o coincidencias ideológicas que en otros épocas pudieron dar origen a grandes y estables organizaciones partidistas. A nivel nacional, sólo serían viables las alianzas en torno a personas -y en virtud de sus cualidades personales- o en torno a propuestas específicas, o como heterogéneos y episódicos movimientos de protesta contra la corrupción y/o la ineficiencia e ineficacia gubernamental.

TERCERA: continuará la enorme multiplicidad de "partiditos", dispersos por todo el territorio nacional, en continuas y cambiantes alianzas. La favorece el sistema de representación proporcional, la creciente descentralización de competencias y recursos y la pugna por el control de esas competencias y recursos, la cual se centra en la lucha por ganar las elecciones de alcalde o gobernador.

CUARTA: exagerando los contrastes, preveo dos tipos principales de líderes. Por un lado, los maestros en coaliciones, quienes tienen asegurado un futuro. Por otro, los líderes carismáticos, es decir, aquellos que inspiran ilusiones, y que despiertan la sensación de que con ellos sí se pueden alcanzar las cosas que grandes masas 'de población ambicionan. Estos líderes son, o parecen, ajenos a las coaliciones y surgirán sólo de vez en cuando.



6) ¿DEMOCRACIA SIN GRANDES PARTIDOS



La democracia política puede funcionar, y ser realmente próspera, sin grandes organizaciones partidistas. No existe ninguna contraposición entre "partiditos" y democracia política. Así se la practica, por ejemplo, en los Estados Unidos.

De hecho, eso es lo que hemos vivido en Colombia en los últimos decenios, y a pesar de ello, hemos prosperado. Nuestro Congreso, constituido por maestros en forjar alianzas de "partiditos", ha expedido las leyes de los últimos años, sin necesidad de que existan los grandes partidos. El Congreso ha aprobado tratados, ha organizado muchas entidades públicas, ha fomentado la acción social del gobierno, y ha ejercido su función de control político en más de una ocasión -valga la pena citar las condenas a algunos colegas congresistas. Además, esos mismos maestros en alianzas hicieron una nueva Constitución Política. Todo ello constituye prueba de que entre nosotros la democracia puede funcionar y producir resultados razonables, apoyada simplemente en "partiditos".

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