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Hibernación conceptual

"Todo país tiene la arquitectura que se merece". Pero, ¿qué habremos hecho para merecerla?

RAFAEL OBREGÓN
1 de noviembre de 1994

Respecto al estado de deterioro que acusan nuestras ciudades, algún transeúnte cáustico acuñó la máxima de que "todo país construye la arquitectura que se merece"...

En el caso de Colombia, y particularmente en el de Bogotá, salimos mal librados, ya que desde hace muchos años dejamos de pensar en grande, abandonando la mayoría de las veces nuestro destino en manos de mentes codiciosas e ideas pequeñas, quienes han diseñado y construido la ciudad como si estuvieran jugando estralandia. De ahí el que su perfil sea cada vez más anodino, habiéndose desperdiciado opciones tan importantes como el caso de El Salitre, donde en el tema de la vivienda se ha venido desvirtuando la idea de los urbanistas de crear una comunidad modelo, a punta de sobreponer una arquitectura mediocre.

En lo que corresponde al sector público, debemos preguntarnos qué pasó con la imaginación de nuestros gobernantes durante los últimos 40 años, donde pocos demostraron el vuelo conceptual con que Rojas Pinilla trazó las pautas de desarrollo para Bogotá, dejando previstos el aeropuerto internacional, el CAN, la Autopista del Norte, el Hospital Militar, etc. Desde entonces la ciudad ha quintuplicado su población sin acometer obras proporcionales a este crecimiento, con excepción de unas pocas administraciones como la del alcalde Barco, quien adelantó un ambicioso plan vial, para posteriormente como presidente de la República "desempantanar" el tapón de El Salitre. Esta pobreza de ideas también ha tenido su costo a nivel nacional, donde tampoco hemos sido capaces de sacarle el jugo durante estas cuatro décadas a las condiciones turísticas del país, por ejemplo al no haber construido una infraestructura hotelera de importancia en la costa pacífica, o mantenido la red de carreteras que integran el territorio nacional, o defendido de invasiones las reservas naturales decretadas "in ilo tempore". En todos estos casos hemos demostrado ser aves de corto vuelo o buitres motivados solamente por la rapiña de la comisión, cuando en efecto se han contratado grandes obras.

Una explicación a esta esterilidad conceptual consiste en que vivimos intimidados por los sucesos de violencia que a diario enfrentamos, reduciéndonos a tratar de sobrevivir inadvertidamente, todo lo cual nos ha llevado a convertirnos en una población diminutiva. No es sino preguntarle a cualquier ciudadano sobre sus ambiciones para que seguramente nos responda que lo único que desea es "una casita, un carrito y una parcelita donde poder pasar los fines de semana con su mujercita"...

Ojalá los aires renovadores que soplan por cuenta de la apertura económica permeen la ambición de los empresarios inmobiliarios y el país vuelva a acometer proyectos de envergadura. Todo parece indicar que así está sucediendo, al leerse noticias sobre la iniciación de macroproyectos a lo largo y ancho de Colombia. Queda por ver si el Estado en su condición jurásica no se inventa nuevas trabas para frenar estos valientes impulsos, como infortunadamente ha sido la historia del país durante las pasadas décadas.

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