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El dinero de los adolescentes

La adolescencia es la etapa en que más dinero gastan los hijos. Cuando entran a la universidad las cosas se complican.

1 de febrero de 1995

Adiferencia de los niños pequeños a quienes se les debe enseñar lo básico del dinero y cómo usarlo, el reto en esta etapa es enseñar a los adolescentes a afrontar el dilema más complejo que enfrentan los adultos: tomar decisiones importantes acerca de la diferencia entre lo que necesitan y lo que quieren.

Los adolescentes tienden a no ser muy ahorrativos; después de todo, están en una edad en que se la pasan más fuera de casa que en ella, y el estar afuera implica gastar dinero. Los muchachos quieren dar una buena impresión a las niñas o a sus amigos, pagando la cuenta cuando salen a comer (lo mismo que ven hacer a sus padres cuando salen con amigos) y las niñas parecen creer que nunca tienen ropa o maquillaje suficiente (ambas cosas son perfectamente normales; es parte de la búsqueda por sentirse importantes, lo que se relaciona con su autoestima).

En esta edad ya se les debe dar su mesada en dos cuotas quincenales. Y a medida que vayan creciendo, se debe ampliar el tiempo entre los pagos. El domingo por la noche es el mejor momento para darle la mesada a sus hijos. Si se las da el viernes o el sábado, es probable que se la gasten antes de terminar el fin de semana; no ceda a sus ruegos de dársela antes, a no ser que se presente una situación extraordinaria.

Pero el gastar tan libremente implica algo más: quedarse sin plata. Los adolescentes pueden estar en una o dos categorías en lo que se refiere al dinero. De los 11 a los 14 años de edad, y de los 15 en adelante. El grupo más joven todavía no ha empezado a salir con pareja, o su idea de divertirse es ir al cine con algunos amigos y luego comer en Presto. Y como no tiene carro, sus costos sociales no incluyen gasolina, parqueo y la libertad de ir a donde quieran.

En esta edad (11-14), sus hijos ya deben estar en un plan semanal o quincenal en el recibo de su mesada. Deben sentir que tienen alguna libertad económica, pero como todavía están fluctuando entre volverse adultos y ser niños, algunas veces comprarán algo que pronto lamentarán o les quedará pequeño. Tal vez usted vea que su hijo compra un disco que usted sabe que lo va a aburrir pronto. Déjelo disfrutar de su libertad, porque está caminando en la cuerda floja entre el niño y el adulto y algunas veces en esta edad, a pesar de sus protestas de querer ser grande, una parte de él quiere seguir en la niñez. Todo es parte de descubrir más acerca de sí mismo y cómo se relaciona con el dinero.

En esta edad, la mayoría de los adolescentes son capaces de entender complejos conceptos financieros, como invertir en la bolsa de valores y las tasas de interés. Tómese el tiempo para explicar a sus hijos las ventajas de abrir una cuenta bancaria o de ahorros en lugar de tener el dinero en un cajón. Como los niños no reciben mucho correo, les encantará recibir los extractos mensuales que llegan a su nombre, y pueden ver cómo su dinero se multiplica.

A algunos les puede interesar saber cómo comprar acciones en empresas que conocen, como Bavaria o Almacenes Éxito. Por el periódico, pueden mantenerse informados sobre lo que está haciendo la empresa y ver cómo las decisiones de la empresa afectan el precio de las acciones.

El adolescente por lo general carece de previsión, busca la gratificación inmediata comprando un nuevo par de gafas oscuras (aunque ya tenga tres) o un disco porque le gusta una canción en el álbum. Debe aprender a manejar el dinero por períodos más largos y atenerse a las consecuencias de haber gastado mucho y demasiado pronto. El darle la mesada quincenalmente, o inclusive una vez al mes, le enseñará mejor a presupuestar su dinero, que el saber que papá se meterá la mano al bolsillo cada semana.

Otra manera de lograr que los muchachos aprendan a manejar el dinero y su valor, es dejar que le ayuden a usted a hacer compras importantes. Llévelos cuando usted va a comprar un carro nuevo, un televisor o cualquier artículo costoso. Primero, verán la importancia de ir de tienda en tienda en busca del mejor precio, y verán lo que en realidad cuesta la vida. Si usted, por ejemplo, lleva a su hijo o hija a comprar un carro, tendrá más cuidado con el vehículo cuando lo maneje.



LOS ADOLESCENTES Y EL TRABAJO



Los dos factores que le dan dignidad a la vida de un ser humano son el amor y el trabajo. Mientras su hijo dependa de mesadas y regalos suyos y de los abuelos para defenderse, nunca aprenderá la importante relación entre el trabajo, la dignidad y el dinero. Cuanto más pronto aprenda. esta relación, tanto mejor.

Muchos adolescentes están listos en esta edad para trabajar fuera de casa. Quizás puedan ayudar después del colegio o los fines de semana en la oficina del papá, o hacer algo extra en la casa como lavar el carro o ayudar a los hermanitos a hacer las tareas. Pero esto debe ser adicional a las tareas que se esperan de ellos, como recoger su ropa o levantar los platos después de la comida.

Si un adolescente trabaja, no debe permitir que ello interfiera con el colegio, de manera que los expertos están de acuerdo en que el trabajo no debe sobrepasar las 15 horas semanales.



CORTANDO EL CORDÓN UMBILICAL



Cuando termine la universidad, su hijo debe ser totalmente independiente económicamente. Aunque siga viviendo en la misma casa, debe entenderse que existen ciertas condiciones, tales como gastos personales que deben ser pagados por él, especialmente si está trabajando. Algunos padres inclusive les cobran alquiler a sus hijos y los hacen contribuir en el presupuesto familiar. Esto depende de cada familia. Si sus finanzas están apretadas cada mes, sus hijos deben colaborar económicamente si viven en la casa. De lo contrario, el manejo del asunto depende de usted.

Si usted le presta el carro a su hijo o hija adolescente y lo daña, debe pagar el arreglo. Cuando su hijo o hija cumpla 18 años, según la ley ya son adultos. Los debe tratar como tales. ¿Por qué pagar el arreglo usted si él o ella tendría que pagarlo si el carro le perteneciera? Se deben aplicar las mismas reglas si están viviendo con ustedes o por su cuenta. Lo mismo se debe hacer con otros daños que puedan causar por comportamiento imprudente. El pagar para sacar a sus hijos de apuros es como hacerles las tareas; así nunca aprenderán lo que deben aprender. Las familias adineradas con frecuencia tienen más problemas en dejar que sus hijos se independicen económicamente porque con frecuencia utilizan el dinero para prolongar el período de dependencia, como un instrumento para controlar a sus hijos.

Cuando su hijo o hija esté en la universidad, debe manejar su dinero tanto para gastos personales como educativos. Dele una cantidad fija al iniciarse el semestre para libros y otros costos relacionados con sus estudios. Si le sobra algo, debe ponerlo en una cuenta bancaria y ahorrar para el próximo semestre. Si se le acaba el dinero antes de terminarse el semestre, repasen juntos los gastos. Tal vez no se le dio suficiente al comenzar el año. Si lo malgastó, entonces que él

o ella pague lo faltante de su cuenta personal. Si no hay dinero en la cuenta personal, dígale que consiga un trabajo de medio tiempo.

Cuando los hijos no aprenden el valor del dinero, les cuesta más trabajo aprender lo que pueden hacer y no hacer con éste. Algunos hijos de padres ricos han crecido pensando que siempre ha habido dinero y que siempre habrá, y esto se convierte en una barrera para aprender a defenderse sotos. Cuando se logra la independencia económica, aumenta la autoestima de la persona y el muchacho adquiere la sensación de que está controlando su vida. Si no lo aprende, el muchacho puede temerle a lo desconocido y, como resultado, correr a casa cada vez que tenga problemas, como lo hacía cuando era niño.

Recuerde, sus actos cuentan más que sus palabras, Los hijos reciben mayor influencia de lo que hacen sus padres que de lo que ellos les dicen. Esto se aplica no sólo en temas relacionados con el dinero sino también en cuanto a moral y actitudes. Ser padres es una tarea difícil, pero alguien tiene que hacerla.

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