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Bogotá: Odisea 2010

La ciudad se extenderá hasta Zipaquirá y Facatativá. Superará a Ciudad de México en número de habitantes, a Santiago de Chile en contaminación y a Bangkok en tráfico.

Le Courvoisier
1 de septiembre de 1994

La planeación urbana consiste, como es obvio aún para los no iniciados en el tema, en imaginarse lo que debe ser la ciudad en un futuro, digamos en 20 años, y sentar las bases necesarias para que, al cabo de ese tiempo y con las correcciones de rumbo impuestas por los naturales cambios en las circunstancias, la ciudad se aproxime a esa visión. Al contemplar el caos que hoy es / Bogotá, uno se pregunta qué ha hecho la entidad encargada de planear-el Departamento Administrativo de Planeación Distrital desde hace 20 años.

Y sólo se puede llegar a una de dos conclusiones: o que durante ese tiempo se ocupó de todo menos de planear, o peor, que sí lo hizo y deliberadamente planeó la ciudad que ahora tenemos.

La realidad es que' aquí no ha habido verdadera planeación y, aunque en los años 60 esa oficina sí trazó unos planes de desarrollo que se cumplieron a medias, desde hace 15 años no hace su oficio. Se convirtió en una inspección de policía encargada de vigilar q, los constructores, pero sólo a los que se someten voluntariamente. Los piratas, y muchos de los que saben que el DAPD es un pozo de Donato donde naufragan todas las gestiones, no tramitan allá, hacen lo que se les da la gana y no les pasa nada. Planeación Distrital es un típico ejemplo de la burocracia oficial, donde cada funcionario justifica su puesto estableciendo controles, pero la inutilidad de esa labor se ve por todas partes: menos de la mitad de las edificaciones cuentan con el debido permiso, y aunque lo tengan, no es garantía de que éstas cumplan las normas y mucho menos de que contribuyan al desarrollo sensato de la ciudad. El Departamento tiene 500 empleados, unos competentes y otros ineptos, unos con experiencia y otros recién salidos. del colegio, pero todos dueños de la verdad. Y todos se dedican a expedir normas y

más normas -como si así se cambiara la realidad- y a entorpecer, con trámites interminables, la gestión de unos pocos que se someten a ellos; pero ninguno a

planear. Empezando por el director, que tiene que gastar la mayoría de su tiempo

atendiendo lagartos, complaciendo políticos y aguantando larguísimas e inútiles sesiones del Concejo. El suyo sí es "el tiempo de la gente", porque para la planeación, ni un minuto.

El reto del futuro de Bogotá hay que tomarlo más en serio que el caos presente. El último censo tiene unas implicaciones aterradoras que nos obligan a pensar en la odisea del o 2010: Bogotá tiene hoy 6.300.000 habitantes, incluyendo a Jaime Castro, y crece a una tasa anual del 6%. Eso quiere decir que cada cinco años aparecerá aquí una nueva ciudad más grande que Cali y en 13 años una Bogotá adicional, tan poblada como la actual. La ciudad ocupa hoy aproximadamente 30.000 hectáreas, con una densidad territorial promedio de 210 personas por hectárea, que es una de las más altas del mundo. Su tasa de crecimiento es mayor que la de Ciudad de México y si ese crecimiento ocurre con la misma densidad actual, repitiendo en los potreros vecinos el caos que tenemos ahora, la ciudad llegará, en el año 2010, hasta Zipaquirá. Y si se ;baja la densidad y se propician barrios de casas unifamiliares, grandes avenidas, y muchos parques, también llegará por el occidente hasta Facatativá y cubrirá parte del valle de Tenjo. Alguien tendrá que resolver el dilema entre la ciudad densa de altos edificios que tumban casas buenas y la "pavimentación de la Sabana", porque no es posible evitar ambas cosas, salvo que se establezca, como en el Moscú de Stalin, un pasaporte para ,vivir en Bogotá y fusilen al que no lo tenga.

Pero ese panorama apocalíptico no se refiere solamente a la ocupación del suelo. Además de eso será necesario duplicar la capacidad de suministro de agua potable y de energía eléctrica, limpiar el aire y ver qué 'hacer con todos los desechos, aguas negras y basuras, de una manera más racional que mandar las primeras a Barranquilla vía los ríos Bogotá y Magdalena, y esparcir las segundas por los potreros desocupados, como en la salida hacia La Mesa, entre otras razones porque para i entonces no habrá potreros desocupados.

Sin embargo, hay síntomas de que el futuro puede ser menos malo: el caos ha hecho que los bogotanos estén cayendo en cuenta de la necesidad de elegir un buen alcalde. Un grupo de congresistas propone una acción cívica para elegir un equipo de gobierno que dure 10 años, pues en menos tiempo no se puede arreglar todo el daño que se ha hecho en los últimos diez, por desidia e incompetencia de las autoridades y por indiferencia de los ciudadanos; esa es una propuesta sensata y tal vez por ello ya la descalificaron. Y finalmente parece que el nuevo presidente le va a poner bolas a Bogotá: la creación de la Consejería es una buena noticia, que indica al menos que la nuestra no seguirá siendo la cenicienta de las ciudades colombianas, y además que haya escogido a la única ex alcaldesa para ese camellito es un muy buen P presagio de que las cosas van a mejorar, y aunque su responsabilidad principal será apagar incendios, ojalá tenga el poder para hacer que alguien se dedique a planear el futuro. - Naturalmente, para que su labor tenga éxito, necesita que el alcalde se deje ayudar, o al menos que no se le atraviese, y en eso no soy muy optimista. Claro que el importante no es don Jaime sino el nuevo alcalde, y si resultara elegido Mister Mocos, el futuro sería negro por muy buena consejera que tengamos, pero eso sí, habría que alquilar balcón para ver quién se baja los calzones.

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