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CULTURA

ANOREXIA cultural

A la Atenas suramericana le pasó lo mismo que al Japón de Suramérica.

FERNANDO TOLEDO
1 de agosto de 1993

Hace tres semanas, se inició la temporada de la Nueva Opera de Colombia. Un esfuerzo extraordinario de un grupo de personas y de entidades, interesadas en construir nuevas opciones estéticas. En la pasada temporada lírica la ocupación del teatro fue en promedio del 93%, mientras que en las dos primeras funciones de este año rondó apenas el 50%. Si bien es cierto que la demanda en las siguientes funciones repuntó y llegó al 70%, cabe preguntarse si el bajonazo de asistencia entre la pasada temporada y la presente es un hecho aislado, o por el contrario, es síntoma de un síndrome que parece aquejar al país en relación con el quehacer cultural: desinterés, abulia y apatía, en una palabra, una especie de anorexia general.

Basta con repasar los índices . de lectura de los colombianos, con revisar la situación crítica del teatro, o con ojear las cifras de asistencia a la mayoría de los conciertos, para descubrir que lo que el Barón von Humboldt llamó la Atenas Suramericana ha ido selvatizándose con el correr de los años, y convirtiéndose en un entorno agresivo, donde los valores estéticos se debilitan y tienen cada vez menos cabida. Si hace algunos años una temporada de teatro, la inauguración de una exposición, una ópera o los habituales conciertos de los viernes, producían una especie de entusiasmo colectivo y el consiguiente "no hay localidades", hoy, por el contrario, y pese a que el tamaño de las salas sería insuficiente frente a la densidad de las ciudades, se encuentran muchas localidades disponibles y plateas a medio llenar.

Podría quizás explicarse el desinterés del público en los precios de los espectáculos, que obviamente han tenido que aumentar al ritmo de la inflación, pero cuando, a precios muchos más altos, se llenan otro tipo de presentaciones como los conciertos rock, o las corridas de toros, uno acaba de concluir que. los precios no tienen nada que ver, y que más bien ese desinterés en lo cultural tiene una estrecha relación con una especie de arribismo colectivo, estimulado por la comunicación masiva y por esos factores de moda frente a los cuales siempre flaquea la identidad de los colombianos. Lo curioso es que mientras por estas latitudes lo cultural parece haber pasado de moda, en el mundo, aún en países vecinos, se asiste a un franco renacimiento del arte, de la música y del teatro.

En Venezuela, por ejemplo, país que en el pasado consideramos profundamente inculto, los teatros no dan abasto, las galerías se multiplican y las organizaciones musicales florecen por todas partes. Acaso esta forma de anorexia, que de agravarse terminaría por dar al traste con una vida artística aún incipiente, tenga causas más profundas que el simple arribismo, y encuentre sus verdaderas raíces en un defecto en la formación de las nuevas generaciones. No hay duda, desde los hogares colombianos, la educación cultural es poco menos que inexistente y el estímulo a la apreciación artística es de una pobreza mendicante. En el seno de la familia los valores estéticos son menospreciados y subvalorados, mientras la violencia, la agresividad y el machismo como posición intelectual, son estimulados y fomentados. En la educación escolar, el humanismo es casi siempre ignorado e inclusive al deporte. Desde luego, esa atmósfera de incultura se mantiene también en los medios de comunicación masiva, cuyo contenido contribuye a construir un entorno donde el poder económico, la violencia, y la frivolidad le ganan la partida a valores como la identidad y el pensamiento.

Desde luego el estado también tiene su cuota de responsabilidad: existen otras prioridades, otras urgencias; en consecuencia, la participación institucional en la formación estética es deficiente. Es frecuente la contradicción de entidades culturales, cuyo presupuesto de funcionamiento es varias veces mayor que el de inversión. Es decir, una burocracia cuya razón de ser es simplemente ser y no hacer.

Pese a cualquier opinión en contra, el quehacer cultural, las manifestaciones artísticas, el estímulo de la creatividad individual, son prioridades urgente, y su futuro, en contradicción con esta época de apertura, pareciera no estar asegurado.

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