Con toda la onda espiritual que andamos viviendo hay un tema que no tiene generación ni paso del tiempo. El apego, la dependencia y el temor al cambio lo veo diariamente en muchos roles y en todas las edades y momentos tanto personales como profesionales.Quiero hacer una reflexión que nos permita pensar por qué le tememos tanto a terminar ciclos y aceptar que incluso relaciones, empleos, amigos que son absolutamente tóxicos no nos convienen.Si hablamos organizacionalmente, cada uno sabe si pertenece a la cultura de una organización o simplemente se adapta de manera cómoda a recibir el salario cada mes. Para realmente vibrar con lo que se hace hay que dedicarle el tiempo a lo que el corazón te invita. Que triste trabajar solo por dinero, que obviamente es necesario, pero que a la luz de buscar propósito y pasión termina siendo solo una consecuencia de un trabajo bien hecho.En mi vida corporativa, al menos la mayoría de mis años, siempre sentí que trabajaba por lo que me movía las fibras; el equipo, la gente, el reto, los resultados, la adrenalina de llevar propuestas de re-crear negocios y buscar resiliencia en mí y en los demás.Recomendado: Talento e innovación: cuando llega el que es, se quedaUn buen día sentí que ya no me entusiasmaba igual mi trabajo y empecé a entender por qué no era capaz de tomar decisiones y me iba. Pero obviamente siempre buscaba excusas para hacerlo porque es más fácil que te consignen tu plata cada mes sentado en una oficina, montado en aviones y haciendo presentaciones corporativas y reuniones eternas que salir a guerrear la realidad del mundo y ver que ya no hay sueldo consignado.Nos asusta el cambio. Nos asusta lo desconocido. Morimos de pensar en qué opinan los demás si cambio de oficio y ya no tengo estos nombres tan sonoros en mis tarjetas de presentación. El ser humano tiene un ego enorme que cuando le habla demasiado al oído puede llevarlo a cometer errores fatales.De otro lado también conozco relaciones tóxicas que hacen daño, pero sus actores no son capaces de dejar. Hace poco le pregunte a un amigo muy querido que llevaba 35 años de casado por qué iba a divorciarse y me respondió: "¡Debí hacerlo hace 34 años! Eso nos pasa en la vida, en las relaciones, en el trabajo. Puede pasarnos con los malos hábitos y las malas decisiones.Si no eres feliz con algo, es sencillo de leer, no eres feliz. Si tienes que perder tu esencia para hacer feliz a otro tampoco estas haciendo bien. Si debes transar tus valores para que una organización te acepte… estás vendiendo el alma por dinero.Lea también: Las mujeres tienen que creérselaTampoco hay que engañarse. He conocido gente que de dientes para afuera se queja de la empresa, le parece que todo es malo, su jefe, las decisiones, el ambiente. Pero tampoco toma ninguna decisión. Y aquí usaría una de mis palabras favoritas; consistencia. Si quieres hacer otra cosa en la vida pues búscala, si estás aburrido con tu pareja habla y soluciónalo, si tu jefe es el culpable de todos tus males pues habla con él/ella. Pero, ¿hasta dónde nos sentamos a culpar al destino, a la vida, al universo, a los hijos, a los jefes… al mundo entero por nuestra falta de decisión?Hay que terminar unos ciclos para comenzar otros. Cada cosa, cada persona, cada empresa, cada pedazo de energía que te encuentras en el camino de tu vida busca algo para ti. No todo puede controlarse, así que hay que fluir, pero el poder de las decisiones de tu vida solo lo tienes tú, no le des ese poder a nadie más. Pero eso sí, donde decidas y con quién decidas estar no te quejes más porque estás ahí, pues al final eso es lo que quieres.Si no soy yo mismo entonces quién y si no es ahora…entonces cuándo. Si tú no tomas decisiones, seguro la vida decidirá por ti. Tú, solo tú tienes el poderPuede interesarle: ¿Sabes si de verdad tienes resiliencia?