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Recesión genera crisis de identidad en Las Vegas

6 de febrero de 2009

LAS VEGAS_ Las Vegas era un mito, una ciudad convertida en una empresa que vivía de su imagen de capital del juego y la diversión.

Crecía constantemente y en los últimos 20 años casi no hubo desempleo. A cada rato surgían nuevos casinos, que reemplazaban a otros viejos demolidos como castillos de arena.

Estadísticas asombrosas alimentaban el mito: 39 millones de visitantes, casi 140.000 habitaciones de hoteles, diez escuelas nuevas cada año.

Súbitamente, sin embargo, todo cambió.

Como el resto del país, Las Vegas sufre los efectos de la crisis económica. Los precios de las propiedades están por el suelo. La gente no puede pagar las hipotecas. El desempleo es el más alto en dos décadas.

Por primera vez en mucho tiempo, no hay aumento en la población. La construcción de nuevos casinos quedó en suspenso. Llegan menos turistas. Nada es lo mismo.

Para Las Vegas, la crisis económica representa también una crisis de identidad.

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Jesse Grice tenía 22 años cuando llegó a Las Vegas en 1993 para probar fortuna con sus imitaciones de Elvis Presley. No podía creer su suerte. La ciudad había ingresado en una nueva etapa más opulenta, que comenzó cuando el magnate Steve Wynn construyó el hotel y casino The Mirage, en la que abundaban las atracciones como pirámides, tigres y reproducciones de ciudades europeas.

"Me sentí en el paraíso", comentó Grice, quien dijo que en esa época no había imitadores de Elvis Presley.

Grice se convirtió en un personaje y ganó mucho dinero. En 1996 se compró una propiedad que era una reproducción de la mansión Graceland de Elvis en Menfis. La propiedad se valorizó constantemente y Grice la usó como garantía cuando decidió abrir un bar.

Al estallar la crisis, el bar se fundió y Grice perdió la casa, al no poder pagar la hipoteca.

"Las Vegas es hoy una ciudad que no perdona", declaró. "Lo siento por el tonto que viene a tratar de triunfar imitando a Elvis o a hacer cualquier otra cosa".

"Hubo muchos años de bonanza y eso tenía que acabarse algún día. Bueno, se acabó", agregó.

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Lavana Jackson tiene seis hijos y 17 nietos. No soporta las preguntas bobas.

"Estamos sufriendo, claro que estamos sufriendo", afirma.

Jackson atiende un negocio de artículos recordatorios en el extremo norte de Las Vegas Strip, la calle principal. Pero hay muy pocos compradores.

A su negocio no van los ricachones que se alojan en el Mirage, el MGM Grand o el Venetian, un kilómetro y medio (una milla) al sur. La clientela es un poco más modesta, los hoteles más baratos, las apuestas mínimas más bajas.

Muchos pensaron que ese sector crecería cuando Wynn abrió el Wynn Las Vegas en el 2005, con una inversión de 2.700 millones de dólares, y desató un nuevo período de grandes construcciones. La empresa de MGC Mirage anunció un proyecto de 9.200 millones de dólares y los dueños del Venetian y Donald Trump lanzaron también importantes proyectos.

Hoy, todo eso es un espejismo. Cerca del negocio de Jackson, una empresa demolió el venerable Stardust para abrir paso a un complejo de seis hoteles y 4.800 millones de dólares. En agosto, al agravarse la crisis, la firma Boyd Gaming suspendió los trabajos y despidió a unos 800 obreros de la construcción.

"Pensamos que el complejo revitalizaría la zona. Pero miren eso, no hay nada. Al menos el Stardust traía gente y hacíamos dinero", se lamentó Jackson, quien tiene 52 años.

"En Las Vegas siempre había trabajo. No sé qué pasó. La ciudad está en crisis y nadie lo entiende. Nunca se dio algo así en Las Vegas", acotó.

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Michael Green, profesor de historia del College of Southern Nevada que vive desde hace mucho tiempo en Las Vegas, coincide con ella.

Dice que la ciudad soportó bien las crisis económicas del pasado, pero que en esta ocasión las cosas son distintas. La crisis afectó no solo la industria turística sino otros dos pilares de la economía local: la construcción y el desarrollo.

"Esta recesión acabó con la ilusión de prosperidad", sostuvo Green. "Nuestra prosperidad, por otra parte, era en buena medida una ilusión".

La tasa de suicidios es dos veces el promedio nacional. El porcentaje de adolescentes que abandonan la escuela secundaria es el más alto del país. Y la ciudad tiene uno de los porcentajes más altos de gente sin seguro médico.

"No sé si estamos en condiciones de hacer frente" a esta nueva realidad, señaló Green.

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Como cambian los tiempos. Durante 20 años Las Vegas fue una ciudad que atrajo a todo tipo de gente: jubilados, familias jóvenes. Californianos tentados por los bajos impuestos. Neoyorquinos en busca de temperaturas más altas. Por años, Las Vegas estuvo entre las ciudades con mayor crecimiento.

En todos lados se hablaba de la pujanza de la ciudad.

Dos que se sintieron tentados fueron Donald "Butch" Youshaw y su novia Bernie Jones, quienes vendían autos en Atlantic City, una rival de Las Vegas.

Decían "vengan que aquí hay trabajo. Surgen nuevos casinos, el mercado de la vivienda está floreciente", recuerda Youshaw.

La pareja se trasladó a Las Vegas en el 2002. Youshaw llevó a su madre, una enfermera jubilada, y compró una casa de tres dormitorios y una higuera en el jardín. Se suponía que pronto se les uniría una hermana.

Conseguir trabajo no resultó tan fácil y Youshaw decidió dedicarse al mercado de bienes raíces. El primer paso sería remodelar su casa y venderla. Refinanció la vivienda sin demasiadas preguntas, sin darse cuenta de que el préstamo tenía condiciones muy duras. Al poco tiempo debía 25.000 dólares al banco y perdió la casa.

"Estoy viviendo como cuando tenía 19 años", comenta Youshaw.

Hoy ella y Jones alquilan una cada a pocas cuadras de la que ella había comprado. Youshaw empeñó sus joyas y sacó un préstamo pagadero a fin de mes con un 200% de interés para pagar la cuenta de gas.

Jones, quien tiene 51 años pero parece mucho más joven, sigue buscando trabajo en los casinos. Algunos le han dicho que es demasiado viejo como para trabajar de mesero.

Las Vegas "no es como la pintan", dice Youshaw. "Es como un show. Al final de la jornada, desmontan todo. Se acabó el espectáculo. Pueden irse".

"Pero yo no puedo ir a ningún lado. No tengo el dinero". 

 


 (AP)