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Prosperan los hispanos en el sector agrícola de los Estados Unidos

Ahora a sus 90 años, White no puede ocuparse de las 29 hectáreas del pomar en Wapato. Pero Contreras está allí, como siempre.

4 de septiembre de 2006

Wapato, Washington.- Durante 25 años, el mexicano Miguel Contreras ha mantenido un incansable ritmo de trabajo. Desde que comenzó a recoger fruta en el huerto de Vernon White, en 1985, año tras año ha repetido el proceso.

Hace un año le vendió las tierras que compró en 1955 a Contreras, su mano derecha desde hace tiempo. Este tipo de situaciones no es única. La propiedad de terreno en manos de hispanos está creciendo en todo el país.

Entre 1997 y 2002, cuando se realizó el más reciente censo federal de agricultura, el número de hispanos dueños de granjas se había disparado de 17.142 a 50.592.

Eso representa más del 50% en cinco años. Los granjeros de esa época controlaban más de 8 millones de hectáreas en los campos estadounidenses. En el condado de Benton, el número se duplicó con creces en cinco años de 44 en 1997 a 109 en 2002. Los condados de Yakima, Franklin y Adams también vieron fuertes incrementos.

Pero las cifras no le dicen mucho a White. Le dedicó 50 años a la tierra, crió un hijo y durante mucho tiempo alentó sueños sobre el futuro junto con su esposa.

Quería dejarle la tierra a alguien valioso, que quizás en una década, dos décadas, recordase cómo comenzó todo. "Ya estoy en una etapa de mi vida en la que tengo los días contados", dijo, sentado en el salón de su casa, rodeado de fotos.

Afuera, en el huerto, Contreras, de 45 años, estaba trabajando, arando por aquí, arando por allá. En las dos décadas que llevan juntos, Contreras apenas se ha separado de White.

Contreras tenía unos 21 años cuando llegó a la granja. Al principio creyó que White era un tipo extraño, mientras que el propietario creyó que Contreras iba a ser otro trabajador cualquiera.

"Era muy callado", recuerda White. "No decía mucho".

Pero ambos tenían más en común de lo que creían. Ambos son compactos, con brazos y manos fuertes, acostumbrados al trabajo duro. Cuando arrecia la soledad de White, Contreras, que vive cerca con su esposa y sus hijos, lo llama para ver cómo está.

White sabe que si se encuentra en dificultades, podrá contar con el apoyo de Contreras. El hijo mayor de White, Warren Craig, salió del huerto y trabaja en Illinois, dijo White.

Eso es común, afirmó Juan Marinez, de la Extensión Cooperativa de la Universidad de Michigan, quien ha estado estudiando el fenómeno de la propiedad en manos de hispanos en los últimos años.

Durante tres o cuatro décadas se ha conservado el ancestro europeo, dijo.

Pero en cada generación se ha reducido el número de niños nacidos en familias agrícolas. Muchos están estudiando, llegan a la universidad y nunca vuelven al campo. "La última generación de estas familias granjeras está pensando en no permitir el desmoronamiento de sus granjas", explicó Marinez.

Así que en vez de vendérsela a un extraño, prefieren ofrecérsela a alguien que sepan que trabajará y preservará el legado de la granja. Muchos, por eso, se las venden a los hispanos, sus trabajadores, dijo Marinez.

Esa fue la mejor opción de White. Hace un tiempo pensó que su hijo podría querer el huerto, pero ahora, señaló, "me enorgullece lo bien que le está yendo".

Contreras, que nació a las afueras de Michoacán, nunca soñó ser propietario de tierra. En México cuidaba ganado y ejercía otras tareas agrícolas para que su familia pudiera comer. Muchos granjeros hispanos comparten su historia, la de haber trabajando en sus países antes de emigrar a Estados Unidos, dijo Marinez.

Al igual que Contreras, que ingresó a Estados Unidos de forma ilegal durante su adolescencia, muchos buscaban llegar al país del norte para poder enviarle dinero a su familia.

"Están teniendo éxito por gallardía y tenacidad", dijo Marinez, quien dijo que muchos inmigrantes mexicanos que trabajan en granjas tienen escasa educación y han tenido que trabajar por todo lo que tienen.

 
Fuente: AP