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Productos chinos exponen fragilidad de empresas portuguesas

El impacto chino se ha sentido fuerte en Portugal, donde se han puesto de manifiesto las debilidades de un país que no se preparó lo suficiente para el siglo XXI.

20 de diciembre de 2007

Lisboa_  En uno de los estrechos callejones empedrados, que dan a Lisboa su aire tradicional, una pequeña parte de la vieja Europa experimenta un aguijonazo de modernidad.

Algunos de los pintores más famosos de Portugal han hecho sus compras en la Casa Ferreira, una tienda de materiales para las artes plásticas que ha permanecido durante 80 años en un inmueble de muros espesos y techos bajos, enclavado en el Bairro Alto del siglo XVI.

Pese a su prestigio, la tienda familiar pasa por una época difícil, al competir con rivales chinos, que ofrecen productos más baratos y que han proliferado en Europa en los últimos años.

El impacto chino se ha sentido fuerte en Portugal, donde se han puesto de manifiesto las debilidades de un país que no se preparó lo suficiente para el siglo XXI.

"Los tiempos han cambiado", dijo Jeronima Ferreira, quien ha administrado la tienda durante 65 años y enfrenta ahora una inminente bancarrota. "Portugal ha caído. Estamos fuera".

La tasa de desempleo en Portugal es de 8,3%, la más alta en 21 años y la tercera mayor en la Unión Europea. Así, los productos chinos representan para muchos portugueses la única opción para que las cuentas cuadren a final del mes.

Toda Europa ha sentido el golpe de la creciente economía China. El déficit comercial con el país asiático creció casi 25% en los primeros siete meses de este año.

El 28 de noviembre, habrá mucho en juego para Portugal, cuando los funcionarios de la Unión Europea y de China realicen una cumbre en la que abordarán los temas comerciales, que han causado preocupación entre muchos europeos.

Las tiendas chinas que ofrecen una amplia variedad de artículos importados han proliferado en toda la capital portuguesa. En el primer semestre de este año, las importaciones chinas a Portugal subieron 26,5 por ciento respecto del mismo periodo del 2006, y se acercaron a 682 millones de euros (1.000 millones de dólares).

Pero de muchas maneras, los portugueses han sido los causantes de su propia declinación. Su reticencia para adaptarse a un mundo cambiante ha tenido un precio alto, y el país de 10,6 millones de habitantes capotea uno de sus periodos más difíciles en la época moderna.

La historia se ha volteado para Portugal. La "invasión" de los productos chinos es paradójica para un país que otrora fue una de las grandes potencias marítimas del continente, pionera en el descubrimiento de rutas para los navíos que transportaban las riquezas del oriente hace medio milenio.

La decadencia de la tienda de los Ferreira coincidió con una caída de la economía nacional al final del siglo pasado. Portugal se ganó el mote de "El Enfermo de Europa", por los problemas de la economía y su burocracia.

Los turistas se maravillan por el carácter relajado de los habitantes de Lisboa, con sus conversaciones junto a los tendederos en las terrazas y sus eternos almuerzos. Pero la economía del siglo XXI no recompensa esa actitud.

El producto interno bruto per cápita fue el año pasado de poco más de 71% del promedio de la Unión Europea, por debajo del récord de 80% observado en el 2000, cuando Portugal comenzó a perder su auge.

Después de dos décadas en la UE y de recibir cerca de 50.000 millones de dólares en ayuda de Bruselas para el desarrollo, el salario promedio mensual de un trabajador portugués sigue por debajo de los 1.000 euros (1.415 dólares).

La UE considera que unos dos millones de portugueses viven en la pobreza, con el salario mínimo de unos 400 dólares mensuales. Sólo Polonia y Lituania, que se unieron al bloque hace tres años, están peor.

Las industrias principales de Portugal, como la textil y el sector del calzado, recibieron un duro golpe con la llegada de la competencia de China. Como muchas empresas portuguesas, esos sectores fueron condenados por creer equivocadamente que una estrategia de bajos salarios y costos económicos era todavía viable en Europa Occidental.

Mientras los países más exitosos de la UE cambiaron a economías avanzadas, basadas en los servicios y la tecnología, los portugueses se mostraron lentos.

La consecuencia es que entre el 2000 y el 2006, más de 65.000 empresas cerraron sus puertas. Portugal ha tenido dificultades para sacudirse la carga de su historia reciente.

La revolución encabezada por el ejército en 1974, que puso fin a la dictadura derechista de cuatro décadas de Antonio Salazar, trajo la democracia al país, pero engendró también años de disputas políticas e interferencia de los militares, que se extendieron durante la década siguiente.

Una legislación considerada de izquierda --la respuesta tras la dictadura-- confirió nuevos derechos sociales, en áreas como prestaciones y seguridad laboral.

Rui Ramos, historiador en el Instituto de Ciencias Sociales de la Universidad de Lisboa, dijo que ese periodo, todavía cercano, hizo que los gobiernos tuvieran miedo de emprender el tipo de reformas que prepararon a otras naciones europeas, como las nórdicas, Gran Bretaña o Irlanda, para los nuevos tiempos.

En la vecina España, la modernización tuvo apoyo popular, porque terminó con el legado del dictador Francisco Franco, muerto en 1975. En Portugal, según Ramos, los logros revolucionarios de la izquierda eran considerados sagrados.

"Es difícil lograr el consenso para un cambio en Portugal", añadió. "Los fantasmas del pasado vuelven a la vida".

La ayuda de la UE alimentó la complacencia, según Ramos, y Portugal fue sorprendido por la competencia de los países de Europa Oriental que se integraron a la UE, y luego por la globalización que les abrió la puerta a los rivales chinos.

Portugal está mal preparado para la competencia global. Sus niveles de educación y productividad industrial figuran entre los más bajos de Europa, por lo que el país carece de las herramientas de alta tecnología y la fuerza de trabajo capacitada que necesita para recuperarse.

El gobierno socialista de centro-izquierda, que tomó el poder hace dos años, trata ahora de corregir la situación, mediante una serie de reformas controversiales.

"El futuro no es muy alentador", reconoció Jeronima Ferreira.

 

 

 

 

AP