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Morales lanza campaña contra ropa usada de países ricos

La ropa entregada a organizaciones de caridad en Estados Unidos y Europa con frecuencia llega al mundo en desarrollo, donde recauda hasta 1.200 millones de dólares anuales.

18 de julio de 2007

El Alto, Bolivia.- Esa ropa manchada o apenas gastada que se descarta en los países ricos bien puede ir a parar a las pilas exhibidas sobre lonas en el enorme mercado al aire libre de esta ciudad de los Andes.

Para el presidente boliviano Evo Morales, es un negocio vergonzoso. En abril, su país se sumó a otros 31 en el mundo que prohíben o imponen restricciones a la ropa importada para proteger la industria nacional. De estos países, 10 son latinoamericanos, sin contar Bolivia: Argentina, Brasil, Colombia, República Dominicana, Ecuador, México, Nicaragua, Paraguay, Perú y Venezuela.

Objeto de aplausos y burlas por la chompa a rayas boliviana que vestía al ser recibido por presidentes y reyes en todo el mundo luego de su elección en 2005, Morales comprende perfectamente que la vestimenta hace al hombre.

"Bolivia Digna" es una divisa que Morales aplica a todas sus políticas, desde la nacionalización de la energía hasta la campaña contra el intento de prohibir los partidos de fútbol internacionales en la altura, y convencer a los bolivianos que dejen de usar la ropa estadounidense de segunda mano es algo perfectamente acorde con su visión.


"No es posible pensar que nosotros podemos ser dignos si a nombre de la pobreza empezamos a utilizar ropa que ha sido desechada en otro país", dijo Ramiro Uchani, viceministro de la Pequeña Empresa, a The Associated Press. Pero la compra de ropa usada es un hábito difícil de vencer. El día de mercado, bolivianos pobres y de clase media revuelven en los montones de ropa de fuera de temporada. Bolivia tiene unos 15.000 vendedores de ropa usada organizados en sindicatos. Y si bien unos 6.000 "ropavejeros" se han anotado en cursos de capacitación y para recibir préstamos bajo un programa oficial de 10 millones de dólares, otros se han manifestado contra la prohibición de la ropa usada.

Muchos otros países enfrentan conflictos similares, con mercados sobresaturados de ropa usada de calidad.

La reducción de los costos de producción de la industria textil, impulsada por la globalización, alimenta un mercado en fuerte crecimiento de ropa nueva en los países ricos, lo cual significa que la gente se deshace de la ropa usada más rápidamente que antes, dijo Pietra Rivoli, profesora de economía de la Universidad de Georgetown y autora de "The Travels of a T-Shirt in the Global Economy" (Viajes de una camiseta en la economía global). "Es un comercio circular", dijo Rivoli a la AP. "Si China produce camisetas más baratas, en Estados Unidos compramos más camisetas y luego descartamos más camisetas".

No todas las camisetas van a los países pobres. Canadá y Japón son dos de los mayores importadores mundiales de ropa usada, y una camiseta estadounidense gastada a la moda se vende por hasta 100 dólares en los mercados de Tokio.

Pero en el mundo en desarrollo, la ropa usada se vende por precios ínfimos, y esto puede paralizar las industrias textiles locales. Y los economistas dudan de que Bolivia y otros países que intentan bloquear las importaciones puedan fomentar las industrias textiles locales, que están a décadas de alcanzar a China y otros gigantes de la manufactura.

Se cree que un 90% de las 55.000 toneladas de ropa usada que entra a Bolivia cada año proviene de Estados Unidos; muchas de las prendas llevan etiquetas de tiendas de segunda mano. Las importaciones directas de Estados Unidos son ínfimas: apenas 1.067 toneladas de las 610.100 toneladas de ropa usada que van al exterior cada año, según el Departamento de Comercio en Washington.


Bolivia, país sin salida al mar, confía en los servicios de los contrabandistas que cruzan desde Chile, tercer importador de ropa estadounidense. El Instituto Boliviano de Comercio Exterior calcula que apenas el 7% de la ropa usada entra al país legalmente, lo cual pone en duda si Morales podrá detener ese comercio. Las importaciones legales e ilegales facturan unos 40 millones de dólares anuales.

Los vendedores callejeros compran a intermediarios, que a su vez adquieren la mercadería de los importadores. Algunos reforman las prendas más selectas; otros se limitan a abrir los bultos y dejan que los compradores revuelvan; los precios de venta oscilan entre 25 centavos para una camiseta y 63 centavos para un buzo.

El margen de ganancias es escaso, pero el vendedor sólo necesita una lona sobre la cual desplegar su mercadería. Los detractores dicen que este negocio se devora la mitad del mercado boliviano de la ropa y obliga a los productores a importar tela china barata para reducir costos. Así producen camisas y pantalones más caros y de menor calidad que los estadounidenses de segunda mano.

El estigma está tan arraigado, que algunos jeans de fabricación boliviana llevan la etiqueta "Made in Chile" para que los bolivianos los compren. Los bolivianos tienen una historia más que digna en materia de indumentaria. Los incas eran tejedores tan hábiles que sus archivos eran sistemas complejos de sogas anudadas llamados quipus. Las mujeres aymaras crearon su estilo distintivo de poncho con flecos, faldas superpuestas y sombrerito hongo.

Pero hoy, los famosos suéteres de alpaca fabricados a mano son demasiado caros para la población local y se venden principalmente a turistas. El famoso suéter a rayas de Morales es de acrílico. Los compradores que atestan el mercado de El Alto están desgarrados entre las exhortaciones de Morales a la "dignidad" y la necesidad de ropa accesible.

Con un sueldo inferior a 200 dólares mensuales y cinco hijos adolescentes para vestir, el agente de policía José Luis Hernández dice que hurga en las pilas de ropa usada por necesidad. "No conozco una ropa nueva, porque mi sueldo no me alcanza, la comida, el alquiler. Años que me visto con ropa americana. A mis hijos, igual", dijo Hernández.

Alzó la voz para hacerse oír por encima de un vendedor que gritaba "¡Barato, barato, barato!" a través de un parlante a pilas. "Cuánto nos queremos ver crecer nuestros hijos con ropa nueva, de tienda. Pero no se puede. Tenemos que ver la realidad", agregó.

 

 

AP