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El partido que dominó Japón durante 50 años se encamina de nuevo al poder

El conservador Partido Liberal Demócrata (PLD), que dirigió Japón durante más de medio siglo hasta 2009, es favorito para ganar las próximas generales después de que el Partido Democrático (PD) fuese incapaz de instalar gabinetes estables en tres años de mandato.

10 de diciembre de 2012

Tokio.-  Japón parece encaminado a restituir tras los comicios del 16 de diciembre al mismo bloque que alumbró el llamado "milagro económico" nipón entre las décadas de 1950 y 1980 y situó al país como segunda economía del mundo, puesto que perdió en 2010.

Pero también se trata del mismo que resultó incapaz de enderezar su rumbo tras el estallido de "la burbuja" de finales de los ochenta.

La falta de directrices claras para sacar al archipiélago de su letargo acabaron con la paciencia de los japoneses en las anteriores legislativas de 2009, cuando el PD arrasó con una promesa de cambio que no ha llegado a cristalizar.

Hasta aquellas elecciones, la mayoría de nipones siempre había dado su confianza al PLD, que entre 1952 y 2009 solo se vio fuera del poder entre agosto de 1993 y abril de 1994, lo que duró un caótico y multitudinario Gobierno de coalición.

El líder del partido y favorito para ser nuevo primer ministro, Shinzo Abe, que ya fue jefe de Gobierno entre 2006 y 2007, sostiene que el grupo "ha aprendido y es una formación diferente".

Pero el credo del PLD sigue próximo al concebido en 1952 por sus fundadores, miembros de las elites imperialistas que llevaron al país a la guerra, muchos de ellos luego exonerados con la venia de Washington para evitar giros a la izquierda en Japón en los albores de la Guerra Fría.

Sus preceptos generales pasan por un crecimiento apoyado en las exportaciones y la labor de las grandes corporaciones, y una estrecha cooperación en Defensa y Asuntos Exteriores con EEUU.

Tradicionalmente dividido en facciones con idearios dispares, al igual que el PD (nacido de varias escisiones del PLD), el grupo carece de doctrina concreta, más allá del hecho de que sus aspiraciones casi siempre parecen situarse más a la derecha que las del resto de las principales formaciones.

Abe ha prometido un crecimiento anual del 3 %, en buena parte mediante inversión en infraestructuras, fórmula ya aplicada por el PLD que llenó Japón de aeropuertos inservibles y de modernas autopistas que dan servicio exclusivo a aldeas agonizantes.

Nieto del ex primer ministro Nobusuke Kishi, uno de los proimperialistas rehabilitados en 1952 con el visto bueno estadounidense, Abe también se ha propuesto sacar adelante varias reformas polémicas que ya persiguió durante su corto mandato.

Entre ellas está la de modificar el rol de las Fuerzas de Auto Defensa para potenciar sus capacidades y proteger los intereses nacionales ante la pujanza de los vecinos, especialmente China.

El PD de Noda, por su parte, parece destinado a retornar a la oposición, según los sondeos.

El partido que logró tumbar al PLD en 2009 no ha cumplido prácticamente ninguna de sus grandes promesas de cambio, como mejorar la tasa de empleo, activar medidas para potenciar la natalidad o, sobre todo, aligerar el enorme peso de la burocracia.

A la difícil empresa de reinventar Japón tampoco ha contribuido la fractura interna que ha manifestado la formación durante sus tres años de Gobierno, lo que ha servido para que el electorado reviviera las intrigas y vaivenes que caracterizaron los últimos años de mandato del PLD.

Trazar con exactitud el mapa político del país tras las elecciones de diciembre es algo que la mayoría de analistas considera complicado, sobre todo por la irrupción de partidos de reciente fundación que aspiran a convertirse en una tercera opción.

Es el caso del populista y conservador Partido por la Restauración de Japón, encabezado por el polémico exgobernador de Tokio Shintaro Ishihara, cuya pujanza alumbra todo tipo de posibilidades en caso de que sea necesario establecer nuevas coaliciones para formar un Gobierno.

Si el Ejecutivo es de tono conservador, tal y como indican las encuestas, le tocará lidiar con el dominio del PD en la Cámara Alta, por lo menos hasta que se renueve en julio de 2013.

Eso deparará algunos meses más de estancamiento político; nada nuevo en un país dirigido de facto por un aparato burocrático que lo hace funcionar en piloto automático desde los años cuarenta al margen de quien esté en el Gobierno.

 EFE