Home

Noticias

Artículo

Crisis lusa desluce la conmemoración de la Revolución de los Claveles

Portugal celebró hoy el 37º aniversario de la Revolución de los Claveles bajo el signo del pesimismo, debido a la crisis económica que atenaza al país.

25 de abril de 2011

lisboa - La crisis ha puesto en cuestión algunos de los valores y esperanzas depositados con la llegada de la democracia en 1974.

La necesidad de recurrir al rescate financiero de Bruselas y el Fondo Monetario Internacional (FMI) supone para Portugal aceptar de forma explícita cierta incapacidad para superar solo las dificultades económicas, lo que parece haber afectado al ánimo de sus ciudadanos, pesimistas ante el futuro incierto que les espera.

El propio presidente del país, el conservador Aníbal Cavaco Silva, consideró hoy las elecciones legislativas del próximo 5 de junio como "un test decisivo para el régimen nacido el 25 de abril".

La de los Claveles fue una revolución singular: fue pacífica, una novedad para la época; estuvo encabezada por el estamento militar, aunque secundada rápidamente por la sociedad civil, y supuso el derrumbe de una dictadura que había durado 48 años "en sólo algunas horas" y que "desapareció como si nunca hubiera existido", en palabras del famoso columnista británico del "Times" Bernard Levin.

Una fecha, la del 25 de abril de 1974, que está marcada en el calendario portugués como fiesta nacional, aunque este año muchos se preguntan si hay motivos para festejar.

"Sería bueno que la revolución hubiese valido la pena, yo misma también participé en el 25 de abril. Pero ahora estamos mucho peor que entonces", se lamentó María Adelaida de Oliveira, una lisboeta de 77 años, mientras miles de personas desfilaban por la Avenida Liberdade de la capital lusa para conmemorar aquellos acontecimientos.

Durante la marcha, que contó con un apoyo significativamente menor al de la manifestación convocada en marzo por un grupo de jóvenes para protestar por la precariedad -con una participación histórica de decenas de miles de personas en varias ciudades- destacaron las consignas contra la entrada del FMI en el país.

Eunio Amaral, lisboeta de 32 años que asistió al desfile de hoy, fue uno de los que se sumó a este rechazo al rescate financiero, estimado en cerca de 80.000 millones de euros, aunque continuó defendiendo la Revolución de los Claveles.

"Yo no había nacido todavía, pero merecer la pena siempre lo merece. La cuestión es que los políticos a los que hemos votado no se han correspondido con nuestras ambiciones y aprovecharon nuestro voto no para representar nuestros intereses, sino los de otros", denunció.

La cada vez mayor dependencia exterior de la economía lusa, el bajo crecimiento económico registrado por el país en la última década, su elevado déficit público y, sobre todo, la presión de los mercados financieros han acabado por derrotar las resistencias al rescate del Gobierno luso y han abierto una crisis política en el peor momento posible.

"Entiendo que muchos ciudadanos, después de casi 40 años de democracia, se sientan desilusionados al comparar las expectativas de entonces y la realidad de hoy", admitió el propio Cavaco Silva, una de las figuras clave en la historia moderna de la política lusa como presidente ahora y como primer ministro en el pasado.

El dictamen del jefe del Estado no fue muy diferente al de su predecesor en el cargo entre 1996 y 2006, el socialista Jorge Sampaio, que habló hoy de "depresión nacional" y advirtió de que la situación actual pone en entredicho el modelo político y social adoptado por el país.

Incluso uno de los líderes de aquella Revolución de los Claveles, el entonces militar Otelo Saraiva de Carvalho, reconoció hace unas semanas que no habría participado en el 25 de abril si hubiera sabido que Portugal "iba a caer en la situación en la que está actualmente", aunque posteriormente matizó sus palabras.

Una imagen que podría resumir el sentir de parte de la sociedad portuguesa la publica hoy en su portada el periódico luso "I", ocupada por un clavel marchito, diferente a aquellos rojos que las vendedoras de flores colocaron en los cañones de los fusiles de los soldados sublevados hace 37 años, gesto convertido a la postre en el símbolo de la revolución.

 

(Efe)