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Contratistas abusan de los trabajadores temporales en EEUU

Todo lo que los empleadores necesitan para conseguir autorización federal a fin de contratar trabajadores es prueba de que ningún estadounidense quiere el empleo. Una vez que se concede el permiso, las compañías dependen de los contratistas para hacer el resto, y el gobierno de Estados Unidos no interfiere.

26 de mayo de 2007

Monterrey, México.- Son trabajadores legales, extranjeros que ganan un salario mínimo o algo más haciendo los trabajos que los estadounidenses rechazan, como recoger pepinos en Carolina del Norte, tender las camas en hoteles de la Florida y reconstruir Nueva Orleans después del huracán Katrina.

Pero detrás del programa de trabajadores invitados se mueve una red complicada y a veces delictiva de contratistas extranjeros que extorsionan a los inmigrantes pobres y los mantienen esclavizados al trabajo sumiéndolos en deudas o amenazando a sus familias en sus países de origen. Los empleadores también se encuentran a merced de los reclutadores, obligados a aceptar trabajadores que podrían estar en una situación desesperada de deuda o que sencillamente no son aptos para el trabajo.


Y cuando su atisbo del sueño estadounidense se convierte en una pesadilla, algunos trabajadores legales sencillamente desaparecen para sumarse a la creciente población de inmigrantes ilegales.

"Todos tenemos la misma queja. Todos aquí tienen deudas. Pero no hay otras opciones. El patrón llama directamente al contratista, y el contratista tiene todo el poder".

Los críticos sostienen que el programa necesita urgentemente control, además de protección para empleados y trabajadores, pero las demandas de dicha reestructuración parecen haber sido ignoradas en la propuesta de reforma inmigratoria que estudia el Senado estadounidense.

Todd Huizinga, un vocero del consulado de Monterrey, dijo que funcionarios estadounidenses alertan a las autoridades mexicanas cuando se enteran de actividades sospechosas, pero dijo que el proceso de reclutamiento era "un negocio privado".

"No hay ninguna ley estadounidense que regule a los reclutadores", agregó.

Algunos son legítimos y suministran recursos valiosos, cobrando precios justos para conseguir extranjeros para trabajar en Estados Unidos. Pero en la ausencia de regulaciones y control, muchos cobran en exceso a los inmigrantes para sus solicitudes de visa y algunos sencillamente se quedan con el dinero de los aspirantes sin hacer el trámite.

Esto ocurre a escala mundial, pero no hay red de contratación más poderosa ni amplia que en México, donde el gobierno estadounidense otorgó 90.466 visas de trabajos agrícolas y temporales en el 2005, un 70% de las 129.327 emitidas ese año para todo el mundo.

La mayoría de las visas temporales mexicanas se emiten en el consulado de Monterrey, donde todos los días se alinean cientos de emigrantes bajo el sol abrasador, atraídos por contratistas de todo México. Muchos han pagado cientos _o miles_ de dólares.

Escalante, del pueblo de pescadores Topolobampo, gastó 1.500 dólares antes de ser entrevistado para su visa, un proceso que cuesta unos 200 dólares en tarifas consulares si la visa es aprobada.

Una vez aprobado, se trepó en un autobús que le dijo el contratista, quien le cobró 110 dólares para llevarlo a su sexto año de trabajo en la industria camaronera en Misisipí, donde se sumó a otros 500 trabajadores extranjeros de Latinoamérica y Vietnam. La ley mexicana prohíbe que los contratistas cobren tarifas exorbitantes, pero rara vez se la hace cumplir.

El contratista René Urbano dice que constantemente ha luchado contra el abuso y el fraude en sus ocho años de trabajo buscando los trabajadores mexicanos que necesitan los empleadores estadounidenses. Algunos de los trabajadores son escépticos. Otros al parecer prometen empleos para desaparecer con el dinero y el pasaporte del jornalero. Gustavo Ruiz, de 31 años, padre de dos niñitos, perdió 200 dólares que le esquilmó un contratista, quien robó miles de dólares y hasta un automóvil a otras víctimas.

Urbano dice que nunca cobra a sus clientes más de 85 dólares para gastos y pago de su personal de reclutadores mexicanos, y que trabaja para encontrar el jornalero adecuado para el trabajo en demanda. Considera que su actividad es un medio noble para ayudar a sus compatriotas y sostiene que los estadounidenses no comprenden el grado de la pobreza en México.

"Si naciste en Estados Unidos, es un abuso", dijo. "Pero si naciste aquí, el gringo es un dios para ti". Es por eso que pocos presentan denuncias formales o se quejan de las prácticas fraudulentas. Consideran que no vale la pena arriesgar la oportunidad de ganar más en una hora en Estados Unidos que en todo un día en México".

Funcionarios estadounidenses dicen que no llevan la cuenta de cuántos trabajadores invitados abandonan su trabajo una vez en Estados Unidos. Contratistas e inmigrantes dicen que una minoría se va en busca de empleos de mejor paga o escapan a empleadores estadounidenses abusivos.

Los trabajadores invitados que abandonan sus tareas enfrentan una gama de sanciones, desde la pérdida de toda oportunidad de regresar como trabajador temporal hasta amenazas delictivas de los contratistas. Algunos son obligados a firmar pagarés en blanco que pueden ser llenados con cualquier cifra si abandonan, lo que permite a los reclutadores exigir dinero o propiedades a sus familiares en forma de pago.

En un informe reciente, el Southern Poverty Law Center dijo que inmigrantes de Latinoamérica y Asia han firmado títulos de propiedad de sus casas y enfrentado deudas agobiantes y un trabajo casi esclavo a cambio de la promesa de una visa.

El año pasado el centro interpuso una demanda en nombre de inmigrantes de Perú, Bolivia y la República Dominicana según la cual los trabajadores pagaron entre 3.500 y 5.000 dólares para el viaje, visa y tarifa del contratista para trabajar en una cadena de hoteles en Nueva Orleans. Profundamente endeudados, los trabajadores advirtieron que no ganaban suficiente dinero como para pagar a sus reclutadores.

Muchos empleadores estadounidenses desean eliminar a los contratistas _que a menudo también cobran una tarifa a las empresas_ pero no pueden porque no hablan español y carecen de contactos en México.

Iván Giraldo, socio en la compañía de jardinería CleanScapes en Austin, Texas, es una excepción. Viene a México y busca personalmente a los trabajadores. Ciudadano estadounidense de origen colombiano, Giraldo es bilingüe y conoce el proceso de inmigración.

"Me gusta conocerlos y asegurarles que irán a trabajar a un buen lugar", dijo frente al consulado de Monterrey, donde estaba completando el papeleo para su tercer grupo de trabajadores temporales este año, con quienes suma 45 contratados mexicanos.

La central sindical estadounidense AFL-CIO considera que los acuerdos de negociación colectiva son la solución ante el abuso de los contratistas. El Comité Organizador del Trabajo Agrícola, con sede en Ohio, abrió una oficina en Monterrey en el 2005 para aconsejar a los trabajadores agrícolas para Carolina del Norte.

Pero los contratistas resultaron ser poderosos. Varias veces forzaron la oficina, de la que robaron informaciones. En abril se halló muerto a un organizador en la oficina, con las manos y pies atados. El sindicato cree que el asesinato fue en represalia por la labor del grupo. Los investigadores estatales se niegan a formular comentarios y no se han hecho arrestos.

 

AP