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Coca y persecución roban la vida a los campesinos

"José" y "Pablo", nombres ficticios de dos campesinos que piden no ser identificados por miedo, cultivan coca en Colombia y junto a sus familias son víctimas de la persecución y de fumigaciones que les hicieron perder todo. Su sueño es vivir en paz en su tierra: el Caguán.

7 de octubre de 2013

Ambos cocaleros estuvieron esta semana entre los 300 invitados al Foro Regional sobre la Solución al Problema de las Drogas Ilícitas, en la capital del Guaviare, departamento contiguo a Caquetá, donde se encuentra su recóndita región del sur de Colombia.

Es la primera vez que estos hombres curtidos en la selva participan en un evento de tal envergadura y ha sido posible a petición de los negociadores del Gobierno y las FARC, que encargaron a la ONU y la Universidad Nacional de Colombia organizar un foro para escuchar a los campesinos que viven entre cultivos ilícitos.

Su hogar está a tres horas a lomo de mula de San José de Fragua, una cabecera municipal desde donde para llegar a Florencia, capital de Caquetá, necesitan al menos otras cuatro horas en lancha o en vehículo por trochas embarradas y desvencijadas.

En una entrevista con Efe, explicaron que sólo quieren carreteras, proyectos agrícolas, créditos, vacas para producir leche, escuelas, médicos, pero sobre todo el fin de la "guerra biológica".

La última fumigación aérea la sufrieron hace ocho meses, cuando el Ejército arrasó toda su coca, pero también la piña, el plátano y la yuca.

De esa "guerra biológica" culpan también a Estados Unidos, cuyos aviones, en misiones del Plan Colombia, lanzaron bacterias que, según ellos, acabaron con todo. La primera fue en 1990, cuando apareció un "animalito" que llamaron "malumbia" y que "se comió la coca, luego los pastos, la yuca, el plátano y el maíz".

El segundo ataque, afirmó "José", ocurrió a partir de 2003, cuando "esparcieron otra bacteria, 'el gringo', que se pegó a los árboles de naranjo y guanábana".

A esos supuestos hechos, nunca reconocidos por el Gobierno colombiano, se suman aspersiones continuas, con el resultado de "aves muertas, ganado enfermo -porque el glifosato cae al agua que beben-, niños con malformaciones, enfermedades pulmonares, diarreas, brotes y manchas en la piel".

Colombia es el único país andino donde se realizan fumigaciones aéreas con químicos, según quedó claro en el foro de la ONU.

En ese contexto, dijo "José", "la relación con las fuerzas militares ha sido pésima porque nos tildan de guerrilleros y el Estado no entiende que hemos convivido siempre con las FARC, porque éstas nacieron del empobrecimiento y el abandono estatal".

"El campesino es un balón de fútbol temoroso a la violencia y las armas, y el que tiene las armas es quien manda. El Ejército llega maltratando y violando", insistió.

Además "no hay que olvidar que las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) han utilizado Caquetá como un corredor y ahora el Estado tiene presencia, pero para la represión".

"Si nos quitan la coca sin plan alternativo, los jóvenes siguen engrosando las filas guerrilleras", se lamentó.

El Estado además "ha contribuido a la compra de coca a través de sus fuerzas militares o sus testaferros", por eso el problema "encierra a todo el mundo".

El campesino dijo que si bien familias como la suya "siembran una hectárea de coca que termina siendo fumigada o erradicada, las grandes plantaciones de los capos mafiosos siguen intactas".

Esa razón hace que la coca no sea rentable para ellos, a lo que se suman los altos precios de los químicos para la elaboración de la pasta básica, el primer paso del procesamiento antes de convertirse en clorhidrato de cocaína.

Aun así, remarcó, es el único medio de vida de muchas familias.

"El Estado en vez de darnos créditos con intereses bajos y a largo plazo para comprar diez vaquitas y un toro nos envía fumigación", volvió a lamentarse, para confesar que están dispuestos a dejar la coca a cambio de proyectos productivos y vías para transportar los productos.

"Reconozco que es un daño social para el país y el mundo entero, pero nosotros no somos los culpables, la culpa es del abandono", dijo a Efe "Pablo" mientras hacía un recuento de "las muertes, los huérfanos y las viudas" que ha dejado entre sus vecinos esta guerra.

"Agradezco al Gobierno y a las FARC, a Cuba y a los países que han puesto su fuerza, su granito de arena, para que este conflicto se acabe", apostilló el campesino cocalero antes de iniciar su regreso al Caguán, temeroso de que tras participar en el foro de la ONU se tope con problemas en su largo viaje a la región vecina.

EFE/D.com