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Argentina hace sus deberes ante crisis global diez años después del "crack"

La presidenta argentina, Cristina Fernández, ha adoptado en las últimas semanas medidas económicas para blindarse ante el recrudecimiento en Europa de la crisis, un fantasma que hace diez años asolaba al país suramericano.

27 de noviembre de 2011

Desde que hace un mes Fernández logró su reelección con el 54 % de los votos, su Gobierno ha ajustado las clavijas de la economía argentina, que completará este año nueve años consecutivos en expansión, algo inédito en la historia de este país.

En concreto y para refrenar una fuga de capitales en ascenso y presiones sobre el tipo de cambio, Fernández restringió las compras de dólares a través de una norma por la que las operaciones son ahora validadas por el Fisco de acuerdo con los ingresos de cada inversor.

Además, anunció recortes en los millonarios subsidios que paga el Estado, en particular aquellos relacionados con el consumo de servicios públicos, y que en los últimos años han hecho elevar el gasto público hasta poner al país al borde de retornar a una situación de déficit fiscal.

"¿Cómo viene esta etapa? Yo la definiría como la etapa de la sintonía fina", dijo Fernández el martes, al hablar ante los industriales más poderosos del país, a los que brindó un discurso amigable, en las antípodas del tono más agresivo que su esposo y antecesor, el fallecido Néstor Kirchner, solía tener frente a las corporaciones económicas.

En su disertación, la presidenta dio algunas pistas de lo que será su política económica a partir del próximo 10 de diciembre, cuando asuma un nuevo mandato por otros cuatro años.

Habló de la necesidad de que las empresas reinviertan sus ganancias, puso límites a reclamaciones sindicales, criticó las maniobras especulativas en el mercado cambiario, reivindicó el recorte de subsidios y hasta aseguró que no devaluará para no generar más inflación.

En momentos en que los argentinos recuerdan el décimo aniversario de la crisis que los arrojó a un infierno político y social, Fernández recordó como el "péndulo" de una economía que en forma cíclica crece y cae se convirtió a finales de 2001 en una "maza" que "arraso con Argentina" y "derrumbó gobiernos, con cinco presidentes en una semana".

Tras cuatro años de recesión económica, Argentina entró en un torbellino descendente en los últimos meses de 2001, sin ayuda financiera internacional, con una fuerte fuga de capitales y una salida masiva de depósitos de los bancos.

En un contexto de desempleo y pobreza crecientes, la convulsión social se desató después de que el debilitado gobierno del radical Fernando de la Rúa anunciara, el 2 de diciembre, el "corralito" bancario, restringiendo la cantidad de dinero que la gente podía sacar semanalmente de sus cuentas.

El descontento se hizo sentir en las calles y se agudizó hacia el 19 de diciembre, con violentas manifestaciones en las que murió una treintena de personas.

El 20 de diciembre dimitió De la Rúa, al que siguieron en sólo diez días otros cuatro presidentes provisionales, entre ellos el peronista Adolfo Rodríguez Saá, que declaró en mora la deuda argentina por 102.000 millones de dólares, el mayor cese de pago de la historia, y el también peronista Eduardo Duhalde, quien gobernó hasta mayo de 2003.

Duhalde profundizó el "corralito" al crear en 2002 el "corralón", transformando a devaluados pesos los depósitos bancarios en dólares y reprogramando la devolución de los depósitos a plazo fijo, medida que derivó en una catarata de demandas judiciales contra el Estado.

Apaleado por la crisis, el Producto Interior Bruto (PIB) de Argentina cayó un 20 % entre 1998 y 2002.

Sólo en 2002, el PIB cayó un 10,9 %, con una inflación del 41 %, un desplome del 10,6 % en la producción industrial, una tasa de desempleo que tocó un pico del 24,1 % y la peor de las caras, la social, con un índice de pobreza del 57,5 % y tres de cada diez argentinos en la indigencia.

La reactivación económica llegó en 2003, con la llegada de Néstor Kirchner al Gobierno y la instauración de un modelo basado en la actividad agropecuaria, el rearme del quebrado tejido industrial, las exportaciones alentadas por un tipo de cambio competitivo y un fuerte papel del Estado como interventor en la economía.

Entre 2003 y 2010 el PIB de Argentina creció a un ritmo promedio anual del 7,7 % y este año está previsto que cierre con una expansión del 8,3 %, mientras que el desempleo ha bajado al 7,2 % y la pobreza al 8,3 %, aunque persiste una inflación alta -del 25 % según organizaciones independientes y del 8 % según la cifra oficial-, un talón de Aquiles que Fernández no logra dominar. EFE